Guía de cuidados para la piel sensible

La contaminación, el estrés, el sol o la mala alimentación son algunas de las causas que pueden afectar a tu piel. Pero sobre todo a aquellas personas con la piel sensible.

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La piel no solo es el órgano más grande del cuerpo, además es uno de los más importantes.

Entre otras funciones, interviene en el sistema inmunológico, en el sistema endocrino, controla la temperatura corporal, protege frente los agentes externos, a través de ella se excretan sustancias nocivas o desechos del organismo y permite relacionarnos con el medio exterior por su capacidad para identificar cambios de temperatura, las texturas, la presión, el tacto ligero o el más profundo.

¿Qué tipo de piel tengo? ¿Influye el tipo de piel?

Podemos observar ciertas características que contribuyen a clasificar los diferentes tipos de piel y así saber cuál es la forma más adecuada de cuidarla según su estado actual.

Por tanto, observando textura, color, características y reacciones podemos determinar, qué tipo de piel tenemos, independiente del hecho que por la edad se produce un envejecimiento natural que modifica las características de esta.

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NORMAL

Es una piel equilibrada al no ser ni demasiado grasa ni demasiado seca.

Tiene poros finos, buena circulación sanguínea, textura aterciopelada suave y lisa, ausencia de impurezas y no es sensible ni se irrita fácilmente.

Es común en los niños y antes de la adolescencia, pero los cambios hormonales le afectan mucho provocando cambios en la piel.

GRASA

Este tipo de piel se caracteriza por una producción excesiva de sebo que se le conoce como seborrea.

El rostro se ve constantemente brillante y la piel luce engrosada y pálida porque los vasos sanguíneos no son visibles. Debido a estos factores este tipo de piel es propensa al acné.

SECA

A diferencia del anterior tipo de piel, en este caso se produce menos grasa que la piel normal y como consecuencia carece de los lípidos que retienen la humedad y que forman una capa protectora. Dentro de este tipo de piel se destacan tres niveles:

  • Piel seca. Aspecto tirante, frágil, áspero y un color y aspecto apagado. La elasticidad es débil.
  • Piel muy seca. Existe descamación. El aspecto es claramente áspero, como si sufriera envejecimiento prematuro y con leve picor. En este caso hay que tener cuidado porque se puede producir irritación severa y riesgo de infección.
  • Piel extremadamente seca. En este caso se caracteriza por aspereza severa, aspecto cuarteado, callosidades, descamación y picor severo y frecuente.

MIXTA

En este tipo de piel se encuentran las características de la piel seca y la grasa y se manifiesta principalmente en el rostro.

En este caso, se notan los poros agrandados y con algunas impurezas o rastros de acné mientras que las mejillas presentan una piel normal o con tendencia a seca.

La piel sensible es una piel que se irrita fácilmente por cualquier factor externo. No se trata de un tipo de piel en sí mismo, ya que las personas de cualquier tipo de piel pueden tenerlo.

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¿Qué significa tener la piel sensible?

Una vez que sabemos qué tipo de piel podemos tener cada individuo, es cierto que cada vez es más común oír hablar de pieles sensibles o reactivas y esto no es una casualidad, ya que su frecuencia va en aumento.

De hecho, más de la mitad de las personas refieren tener algún grado de sensibilidad en la piel.

Aunque no suele ser grave, sí que repercute negativamente en la calidad de vida de las personas que la padecen y por eso es un tema que requiere atención y cuidados.

Los criterios para definir una piel sensible son subjetivos. Tiene piel sensible quien siente síntomas de molestia como picor, ardor, cosquilleo, quemazón y/o dolor frente a estímulos que normalmente no ocasionaría ningún problema como el agua, el sol, el frío, el calor, el viento, el maquillaje, el perfume, el estrés o la comida.

 

En cuanto a las causas, se dice que es un fenómeno multifactorial en el que influye una debilidad en la barrera de la piel, un aumento en la sensibilidad al dolor, una vasodilatación excesiva y un efecto nocebo.

Los signos de piel sensible con frecuencia aparecen y desaparecen de acuerdo con varios factores desencadenantes.

Si bien es posible que no se llegue a restaurar completamente la sensibilidad normal de la piel, aprender cuáles son los desencadenantes y usar productos adecuados para el cuidado de la piel pueden ayudar a controlar esta afección.

Pero el factor más importante, sin duda, es que la barrera cutánea se debilita, permitiendo que los elementos externos penetren más fácilmente en la piel y causen irritación. ¿Las razones? Pues incluyen la sequedad, los trastornos de la piel, reacciones alérgicas y la exposición ambiental.

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Clasificación de la piel sensible

La sensibilidad cutánea se podría clasificar en 3 tipos:

  • Sensibilidad natural. De nacimiento, cuando la piel es fina, seca, se enrojece fácilmente y puede tender a patologías como cuperosis o dermatitis.
  • Sensibilidad reactiva. Es cuando la piel reacciona ante el frío, el viento, un tratamiento estético o cuidados de higiene inadecuados.
  • Sensibilidad ocasional. Cuando la piel reacciona en momentos concretos como cambios hormonales, estrés, fatiga o mala alimentación.

¿Qué puedo hacer para remediarlo?

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Existen algunas soluciones naturales que podemos aplicar en casa. Pero lo más importante es prevenir, adquiriendo hábitos que ayuden a controlar la sensibilidad de la piel:

  • Evita las duchas largas y con agua caliente. Tras la ducha evita frotarte para evitar dañar aún más la zona afectada.
  • Uso de filtros o protectores solares. No solamente en verano sino también en invierno.
  • Uso de cosméticos hipoalergénicos o adaptados a las pieles sensibles, es decir, sin perfumes, alcohol o conservantes.
  • Cuidado con el tejido de la ropa y el uso de detergentes agresivos para su limpieza.
  • Evita el estrés en la medida de los posible. La piel sensible reacciona ante situaciones de estrés y fatiga con brotes y erupciones. Recurre a técnicas de relajación.
  • Cuida tu alimentación y procura evitar las comidas demasiado especiadas y los productos procesados.
  • Hidrata profundamente la piel, tanto por fuera como por dentro. Recurre, si fuera necesario, a productos sanitarios que contienen, por ejemplo, ectoína, una proteína capaz de retener las moléculas de agua y evitar la salida de agua transepidérmica.

¡Que nada te ponga la cara colorada!

BIBLIOGRAFÍA
https://masdermatologia.com/PDF/0077.pdf

Ldo. José Manuel García Raboso
Licenciado en Farmacia por la Universidad Complutense de Madrid con la Especialidad de Bioquímica. Siempre ha estado unido al sector farmacéutico y al contacto directo con el cliente, bien en Oficina de Farmacia o en diferentes Laboratorios farmacéuticos como AstraZeneca, Salvat o Lacer.
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