Es difícil hablar sobre tabaco y presión arterial o hipertensión arterial y no parecer alarmista.
Pero la realidad es que el tabaco es responsable de miles de muertes cada año, muchas de ellas relacionadas con enfermedad cardiovascular.
Al dejar de fumar se revierten la mayoría de los daños que el tabaco ha producido en el fumador.
Tabaco: droga social
El tabaco es considerado como una droga social, lo que favorece que el tabaquismo afecte a un porcentaje importante de la población.
Casi el 30% de la población española adulta afirma que fuma todos los días.
Hay una cifra de algo más de un 2% que lo hace de manera esporádica y un 26% se declaran ex fumadores. La edad media de inicio es a los 14 años.
¿Qué ocurre cuando se fuma un cigarrillo?
En el humo del tabaco existen más de 4000 principios activos que producen distintos efectos sobre el organismo, especialmente sobre los aparatos circulatorio y respiratorio. Además se ha demostrado que al menos 40 de estas sustancias son cancerígenas.
Efectos del tabaco sobre la salud
Nos vamos a centrar en los efectos del tabaco sobre el corazón y la circulación, más concretamente en el binomio tabaco y presión en las arterias. Para ello hay que mencionar a dos de esas 4.000 sustancias presentes en el tabaco: la nicotina y el monóxido de carbono.
La nicotina es seguramente el principio activo más conocido del tabaco. Es el mayor responsable de la adicción, pues es una sustancia psicoactiva. Es decir, es capaz de actuar sobre el sistema nervioso central y crear la necesidad de volver a fumar. Pero además de sus efectos adictivos, la nicotina daña las paredes de los vasos sanguíneos, dificultando la circulación. También eleva las cifras de LDL colesterol y produce alteraciones en la coagulación.
El monóxido de carbono disminuye el aporte de oxígeno al corazón, altera la coagulabilidad de la sangre y aumenta el colesterol. El resultado final es que fumar empeora la circulación en todos los tejidos. Pero, especialmente, en el corazón y favorece la aparición de trombos.
Tabaco y presión arterial
Existe además un efecto directo entre ambos. Se ha comprobado que, inmediatamente tras fumar un cigarrillo, se produce una elevación de la tensión arterial, así como un aumento de los latidos del corazón.
Hasta hace un tiempo existía una cierta controversia sobre esto. Y es que algunos resultados de ciertos estudios hechos en fumadores parecían indicar que estos tenían la tensión más baja que los no fumadores. Pero esto no es así.
Lo que ocurre es que tras la elevación de la presión arterial que se produce al fumar un cigarrillo, hay una bajada reactiva de la tensión. Si la medición se hace en esos momentos se puede crear un falso resultado.
Para comprobar esto se han hecho estudios con mediciones de la tensión a lo largo del día y no de manera puntual. En este caso los resultados no dejan lugar a dudas. Se ve clara, entonces, la relación entre tabaco y tensión arterial.
Los fumadores tienen cifras de tensión más altas que los no fumadores.
Mortalidad cardiovascular
Pero la cuestión no es ya si el tabaco eleva o no la presión sanguínea. El auténtico problema es que tanto el tabaquismo como la hipertensión arterial, junto con la diabetes y el aumento del colesterol, son factores de riesgo de mortalidad cardiovascular. Y, estos factores, se potencian entre sí cuando se asocian varios de ellos.
Se ha comprobado también que las personas hipertensas que están en tratamiento, responden mucho peor si fuman que si no son fumadores. Además, como los fumadores tienen alterado el sentido del gusto, suelen utilizar mayor cantidad de sal en las comidas. Este hecho empeora, también, la tensión arterial.
Es decir. El tabaco tiene un efecto directo sobre la tensión arterial, produciendo su elevación. Además, empeora el resultado del tratamiento, induce a no seguir la dieta baja en sodio necesaria para los hipertensos. Y, además, se suma a la hipertensión arterial como uno de los principales factores de riesgo cardiovascular.
La solución: dejar de fumar
Lo cierto es que no queríamos ser alarmistas, pero en este tema es muy difícil no serlo. La buena noticia, es que la solución es muy fácil: basta con no fumar.
Dejar de fumar tiene unos efectos positivos sobre la tensión arterial superiores a los de cualquier tratamiento. A la semana de haber dejado el tabaco ya se produce una disminución de la frecuencia cardíaca y de la presión sanguínea.
Tras tres años después de haber dejado el tabaco el riesgo de infarto de miocardio se iguala al de una persona no fumadora.
Dejar el tabaco tiene efectos positivos como la mejora de la respiración, aumentar el rendimiento físico y mejora del sistema inmune.
Por si esto fuera poco, se recobran los sentidos del olfato y el gusto. Además se recupera el envejecimiento prematuro que produce el consumo del tabaco.
Si no puedes dejarlo… Pide ayuda al profesional sanitario
Es cierto que, como todas las adiciones, dejar el tabaco no es fácil. Sobre todo en pacientes que llevan muchos años como fumadores y que consumen una cantidad alta de cigarros.
En los primeros momentos, se puede producir ansiedad, alteraciones del sueño, irritabilidad, aumento de peso y deseos irreprimibles de fumar.
La mayor parte de estos síntomas desaparecerá en un plazo de 2 a 4 semanas. La sensación de hambre puede persistir algún tiempo más y el deseo de fumar puede mantenerse durante meses.
Si la persona no es capaz de hacerlo sola, puede pedir ayuda a los profesionales de la salud. Ellos podrán orientarle sobre los distintos productos y técnicas que le harán el camino más fácil. Pero la decisión de dejar de fumar siempre tiene que partir del propio fumador. Debe de tener el convencimiento y la firme voluntad de hacerlo.
Desde luego, el saldo es siempre muy favorable. Tras un mes de esfuerzo hay muchísimos beneficios para la salud a corto y a largo plazo.
Hoy he visto por primera vez los efectos adversos de fumar,y como cada vez que fumo un cigarro me mareo,he tomado la decisión de dejarlo, pues también tengo colesterol y tensión alta, un incentivo más para dejarlo, gracias por este artículo que me ha ayudado mucho