Tras una semana intensa de trabajo, este fin de semana me he permitido el lujo de dedicar un tiempo a mí mismo. No encontraba el momento y, por fin, voy a sentarme en mi sofá favorito, voy a ponerme los cascos y voy a escuchar, un buen rato, a Anna Netrebko. Su voz me llena de emociones positivas.
Seguramente que algunos no lo entenderán porque los anima otro tipo de música, otros prefieren practicar ejercicio y otros simplemente prefieren estar un rato al aire libre disfrutando del sol. En cualquier caso, ¡qué importante es descubrir maneras de generar emociones positivas para subir el ánimo!
¿Qué son las emociones?
Las emociones son un conjunto de sensaciones en las cuales están involucrados factores mentales, físicos y de conducta. Se trata de estados afectivos, sentimientos o maneras de sentir que nos llevan a tener reacciones o comportamientos ante diferentes situaciones.
Son respuestas o reacciones fisiológicas que genera nuestro cuerpo ante cambios que se producen en nuestro entorno o en nosotros mismos.
Dependiendo de nuestras experiencias, percibiremos y valoraremos una situación concreta y reaccionaremos de una forma u otra, incluso ante situaciones similares.
A veces, me siento bien, pero otras…
Al emocionarnos se genera un conjunto de reacciones físicas internas que pueden ser interpretadas como agradables o desagradables y que nos lleva a actuar de una determinada manera.
Pongamos un ejemplo, imaginemos que es la primera vez que doy una charla ante una sala llena de espectadores. Es probable que, al ser la primera vez que me enfrento a una situación, nueva para mí, la pueda percibir como “peligrosa” por lo que podremos sentir miedo y buscaremos la huida.
Otro ejemplo, la persona que más quieres te espera en casa, con una sonrisa y te ha preparado la comida que más te gusta. Sin duda, es una situación que se interpretará como calmada y de bienestar y ello nos llevará a la tranquilidad y las ganas de quedarnos y no huir.
Como vemos, se trata de dos ejemplos en los que las emociones nos ayudan a poder adaptarnos al medio y son clave para nuestra supervivencia.
Entonces, ¿para qué sirven las emociones?
Las emociones, al fin al cabo, nos van a decir qué es lo que necesitamos ante las diferentes situaciones que suceden en nuestra vida. Es muy probable que pensemos una cosa y sintamos otra y en esos casos, es mucho más recomendable hacer caso de lo que nuestro cuerpo nos dice que lo que pensamos.
Seguramente, desde el punto de vista psicológico, las emociones nos pueden ayudar a conocernos mejor, a saber lo que necesitamos, a descubrir aspectos de nuestra vida pasada que nos atormentan o, por el contrario, descubrir aquello que nos gusta y nos hace ser felices, pero hay otros aspectos, desde el punto de vista orgánico, que pueden influir directamente en nuestro estado de ánimo.
Tipos de emociones
Ante la gran variedad de emociones y las posibles relaciones entre ellas, su clasificación se plantea un tanto difícil. No obstante, vamos a intentarlo:
-
Emociones primarias o básicas
Son las emociones que se experimentan en respuesta a un estímulo. Tristeza, felicidad, sorpresa, asco miedo e ira son procesos de adaptación y que existen en todos los seres humanos y que se pueden considerar como reacciones comunes a todos.
-
Emociones secundarias
Son emociones consecuencia de las primarias, es decir, ante una emoción básica como la tristeza puedo manifestar, posteriormente, enfado o vergüenza. Se trata de emociones que son consecuencia, probablemente, de normas sociales o morales.
-
Emociones positivas
También se consideran como emociones saludables. Ejercen un efecto positivo en el bienestar del individuo que las siente. Van a favorecer la manera de pensar, de razonar y de actuar de las personas. La alegría, la satisfacción, la gratitud son ejemplos de emociones que dan lugar a una actitud positiva frente a la vida y a sentirnos bien.
-
Emociones negativas
En el lado contrario se encuentran las emociones negativas las cuales, evidentemente, afectan de manera negativa al bienestar de las personas. Se denominan también emociones tóxicas y, en términos generales, provocan el deseo de evitarlas o rechazarlas. No obstante, este tipo de emociones en modo “baja intensidad” pueden formar parte del proceso de aprendizaje del ser humano y, por tanto, nos ayudan a recordar las consecuencias que tienen ciertas conductas.
-
Emociones ambiguas
Las emociones ambiguas serían aquellas que no se pueden considerar ni positivas ni negativas porque no nos hacen sentir ni bien ni mal. Un ejemplo, sería la sorpresa.
Aparte de esta clasificación, otros autores incluyen otros tipos de emociones como las emociones estáticas que se producen, por ejemplo, al escuchar una música o ver una pintura concreta, las emociones sociales que serían las que se sienten respecto a otros individuos y las emociones instrumentales que serían aquellas cuyo objetivo es la manipulación o el propósito de lograr algo.
Quiero sentirme bien… ¿Cómo puedo lograrlo?
Es cierto que uno mismo no puede cambiar su estado de ánimo por el mero hecho de desearlo. Pero también es cierto que cuando nos sentimos decaídos hay un momento en el que buscamos maneras de levantar el ánimo y, seguramente, comenzamos modificando ciertos hábitos o costumbres.
Por otro lado, hay que tener claro que la única manera de influir en las emociones es de manera indirecta ya que no se puede aplicar la lógica o la razón para justificar un estado de ánimo negativo.
La parte emocional del ser humano se rige por sus propias normas.
De todas formas, sí que podemos aplicar en nuestro día a día ciertos consejos para subir el ánimo:
-
No te aísles
Aunque no nos apetezca, hay que hacer lo posible por socializar porque seguramente descubriremos situaciones que nos estimulen positivamente.
-
Descansa, tu cuerpo y tu mente lo agradecerá
Hay que tomarse en serio lo de dormir las horas adecuadas a nuestra edad. Durante la noche, nuestro cerebro sigue activo y, entre las muchas actividades, una de ellas es la de reparar nuestro organismo para estar preparado para el día siguiente.
-
Dime lo que comes…
Si no te preocupas por una dieta variada y equilibrada, es muy probable que el aporte de energía no sea el adecuado. Por otro lado, el triptófano, ese aminoácido precursor de la serotonina (la hormona de la felicidad) solamente la obtenemos a través de la alimentación. Tenlo en cuenta.
-
¡Muévete!
Practicar ejercicio moderado de manera regular aporta muchos beneficios y, entre ellos, está subir el ánimo.
Comienza con algún deporte que te guste, si es colectivo mejor. No importa la edad, nunca es tarde. -
Oblígate a una buena actitud
Reír puede ser un ejemplo de una actitud que puede dar lugar a un cambio cualitativo en nuestro estado psicológico. Pero, además, es importante provocar situaciones agradables como salir al campo, viajar, relajarse, respirar aire puro…
-
Una ayuda será bienvenida
En el caso que hayas comenzado con estos cambios de hábitos puede resultar interesante contar con la ayuda de algún complemento alimenticio que contenga triptófano, fosfatidilserina, vitaminas del grupo B, minerales como el zinc y el magnesio y cepas probióticas específicas que te ayuden, desde el intestino, a mejorar tu estado de ánimo.
La sonrisa es el espejo del alma.
BIBLIOGRAFÍA
https://www.uv.es/choliz/Proceso%20emocional.pdf
